Textiles wayuu, un poema que se ve
Por : Diana Rodríguez / Antropóloga
La etnia Wayuu se puede identificar como uno de los más fascinantes enigmas antropológicos por esa capacidad de RESILIENCIA y de RESISTENCIA que le ha permitido adaptarse a uno de los más rigurosos medios climáticos en Colombia.
A pesar de sus innumerables problemas que acusan necesidades básicas insatisfechas y altos niveles de pobreza y desnutrición de los niños, en estos indígenas se destaca su capacidad para sobreponerse a un ecosistema tan adverso como el desierto y a un medio aún más implacable como lo es el sistema capitalista que les rodea. En este proceso de adaptación los wayuu encontraron en los textiles elaborados de manera artesanal su fuente de subsistencia y porqué no decirlo « la fuerza para resistir ».
Ante esta valerosa resistencia nos parece legítimo escribir sobre la experiencia que representa la visita a las rancherías[1] de Mayomangloma, Provincial, Weinanin, Orroko, Aruatachon y Amuche; ubicadas en el departamento de La Guajira, luego de conocer de primera mano la forma de producción de los textiles.
Utilizando su particular lenguaje simbólico, el tejido wayuu comunica su atractivo por medio del color, el ritmo y la armonía. En esta comunidad la tejeduría es un oficio individual que se colectiviza cuando se realiza en un espacio físico especialmente construido para la reunión; este acto impregnado de religiosidad y magia ritualiza en sí mismo la esencia de la acción colectiva.
En realidad los textiles elaborados por indígenas wayuu son objetos utilitarios cargados de mimesis individual y cultura colectiva; la primera expresa factores humanos acerca del sentir y la forma como cada uno ve el mundo y se relaciona con él, y es un acto espontaneo que se materializa en mochilas, gasas, caputerras[1], chinchorros, manillas, guajireñas y guarniciones[2]. Un textil wayuu es un poema que se ve.
Diana Rodríguez
Antropóloga
Socióloga egresada de la universidad del Atlántico.
Su desarrollo profesional está enmarcado en la sociología de la cultura; profundizando en tres campos específicos:
la investigación social con capacidad para desarrollar procesos; como diagnóstico, propuesta, manejo de metodologías de recolección de información, análisis de resultados; entre otros.
Amplia experiencia en diseñar programas tomando el arte como herramienta de transformación social.
Conocimiento y experiencia en recolección y clasificación de contenidos para centros de memoria histórica.
Al tejer se repite la misma acción y toma un sentido espiritual; cuando las mujeres wayuu se reúnen en la ramada[1] pasan a ser una comunidad que labora durante muchas horas en un clima de meditación. Como en todas las culturas, en la wayuu también hay una división del trabajo; la tejeduría que originariamente es una labor femenina, con el paso del tiempo comenzó a ser casi de obligatorio aprendizaje para los hombres, ya que la artesanía en la práctica constituye la principal o única, fuente de ingreso.
En la reconfiguración social del oficio, son las mujeres en razón de su maestría quienes elaboran las piezas complejas como los chinchorros, mientras que los hombres producen las gasas, ya sea en telar o tejiendo manualmente el macramé y las guajireñas; por lo general niños y adolescentes realizan las manillas. Las niñas comienzan con los cordones, pompones, luego avanzan haciendo mochilas pequeñas y con pocos gráficos.
El oficio presenta grados de dificultad de tal manera que en la elaboración de textiles wayuu, la maestría se alcanza cuando se tejen los chinchorros y las mochilas grandes con complejos dibujos; semejante destreza casi siempre está en mano de mujeres adultas o de las mayores; esto no quiere decir que algunos hombres no las emulen, pero de ellos son muy pocos los que en su comunidad logran tal nivel de destreza en el oficio.
las comunidades wayuu no cuentan con acompañamiento de organismos del Estado para reformular su sistemas de producción

La carga simbólica de un textil wayuu reside en su tradicional forma de producción, que sitúa en el mercado una oferta de artículos en condiciones de satisfacer la necesidad de exclusividad de muchos clientes cansados de comprar únicamente aquello que se elabora en serie.
De esta manera, además de la utilidad de las piezas, el consumidor encuentra aquí una valoración de lo tradicional que enriquece el discurso visual como símbolo de rebeldía, distinción en el consumo o simple curiosidad antropológica.
Sin embargo, para la comunidad wayuu abordar este tipo de estrategias de mercado significa entrar en el juego de las clases dominantes y en contradicción con su cultura por la que tanto ha luchado, pero finalmente es aceptar esto como un nuevo desafío o dejarse morir de hambre.
Ante este dilema la lucha y resistencia ya no solo busca preservar la forma de producción tradicional, y el sentido de comunidad que aún subsiste, sino proteger su cultura e impedir que otros se apropien de ella. Esto significa, por ejemplo, recibir por sus piezas artesanales el valor justo; en otras palabras, que la ganancia por el trabajo y valor cultural llegue a sus manos y no la acaparen los intermediarios.
En conclusión, podemos afirmar que los conflictos interculturales en las sociedades capitalistas genera desigualdad económica y social; esto es evidente en las comunidades wayuu, que no cuentan con acompañamiento de organismos del Estado para reformular los sistemas de producción, ni la capacitación para especializar cada uno de los eslabones de la cadena de valor, incluyendo el mercadeo, quizá el punto más débil del proceso productivo

Finalmente hay que considerar que la forma de producción tradicional está tan en desventaja que facilita la indebida apropiación por parte de personas dueñas de medios y canales de distribución que saben llegar a consumidores con alta capacidad adquisitiva; por lo tanto, son estos aprovechadores comerciantes quienes se quedan con la ganancia de las comunidades que han conservado durante siglos procesos de trabajo artesanal.
NOTAS
[1] Socióloga, investigadora cultural. http://hojadevidadianarodriguezsuarez.blogspot.com.co/
[2] Conjunto de ranchos [3] Bolsa tejida en crochet utilizada originariamente por los hombres para guardar sus pertenencias cuando salían de viaje, se cuelga de manera diagonal en la espalda.[4] Complemento de los chinchorros que se ponen en los costados como adornó, cuyo objetivo es particularizar la artesanía; tradicionalmente se tejía el nombre del clan o la persona; actualmente se ponen mensajes.
[5] Espacio grande y fresco.REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Abello, A. (2015).La isla encallada: El Caribe colombiano en el archipiélago del Caribe. Bogotá: Siglo del Hombre.
Alban, A. (2013).Más allá de la razón hay un mundo de colores: Modernidades, colonialidades y resistencia. Santiago de Cuba: Oriente.
Bourdieu, P. (1979). La distinción: Criterios y bases sociales del gusto. Bogotá: Santillana.
Diccionario de la RAE.
García-Canclini, N. (2002). Culturas populares en el capitalismo. México: Grijalbo.
DIANZA RODRÍGUEZ ANTROPÓLOGA
PUBLICACIONES
Análisis cualicuantitativo del sector artesanal en el departamento del Atlántico, publicado en el repositorio digital del CENDAR
Ficha técnica:
https://repositorio.artesaniasdecolombia.com.co/handle/001/4096
Datos personales
Teléfono: (57) (5) 3 44 13 76
E-mail: dianar527@gmail.com
Barranquilla, Colombia
PROYECTOS
Elaboración de diagnóstico del sector artesanal en diecisiete municipios del departamento del Magdalena
Coordinadora levantamiento de línea base en los departamentos de Atlántico, Bolívar, Córdoba, Sucre y La Guajira.
Consultora sobre características culturales comunitarias
2017: Fundación Tejiendo Ciudadanía. Consultora sobre las características culturales de los barrios Siape, San Salvador, Tres Ave María y el conjunto residencial San Marino.